El asesoramiento filosófico sapiencial (AFS) es una forma de acompañamiento en el que, a través del diálogo, se facilita que el consultante tome conciencia y comprenda las creencias escondidas detrás de algunos patrones de comportamiento, hábitos y emociones que le resultan limitantes. A través del AFS el consultante puede poner luz sobre algunas ideas, sentimientos e inquietudes vitales y ponerse así en camino hacia el reconocimiento y pleno desarrollo de su ser.
La tarea filosófica tiene un prerrequisito: la voluntad de ser profundamente transformados. La disposición a abrirnos a la verdad de las cosas es indisociable de la disposición a abrirnos a la verdad sobre nosotros mismos. (MÓNICA CAVALLÉ, El arte de ser)
Tres caminos por los que nos conduce el AFS
Honestidad con uno mismo y por ende con los demás y con el mundo. Querer solamente la verdad y Ser, simplemente lo que soy.
Comprensión profunda que consiste en el darse cuenta que nos hace exclamar “¡claaarooo, ahora lo veo!”, la certeza sentida con todo el ser.
Radicalidad en el sentido etimológico de «vivir desde la raíz». Es la valentía de seguir la sabiduría del corazón hasta el final y descansar profundamente en su paz.
El alma es un estanque lleno de agua: sus opiniones son la luz que ilumina este estanque. Cuando el agua está agitada parece que la luz también lo está,y, sin embargo, no es así. Lo mismo sucede con el hombre: cuando está agitado, no por ello las virtudes se trastornan y confunden, sino tan sólo el espíritu. Basta que éste se calme para que todo vuelva a su reposo normal. (EPICTETO, Máximas)
Nuestra filosofía condiciona la forma de vivir
Para que aparezca algo nuevo, la mirada tiene que ser nueva. Hemos de centrar nuestra investigación en la manera de ver, porque de ella depende nuestro modo de ser. (CONSUELO MARTÍN, Vivir por inspiración)
La comprensión de los juicios subyacentes conlleva una transformación en la mirada y con ello en la forma de actuar. Tomemos el ejemplo de una persona que siente que se enfada en exceso cuando alguien le lleva la contraria y una y otra vez repite ese patrón en su vida, incluso cuando querría no enfadarse. Con el asesoramiento filosófico ayudamos a esta persona a desentrañar en qué juicios y creencias se basa ese comportamiento. El darse cuenta de los juicios más profundos sobre los que se sostiene la reacción de enfado hace que todo tome una nueva dimensión y que el enfado deje de ser necesario o, si surge, se viva desde un lugar distinto. Cuando nos damos cuenta de los juicios que alimentan una determinada emoción dejamos de estar a merced de dicha emoción.
Lo que nos contamos acerca de nosotros mismos y del mundo condiciona totalmente la forma en que vivimos. Para no generarnos un sufrimiento gratuito y poder vivirnos de forma libre es muy importante tomar conciencia de las cosas que dependen de nosotros y de las que no. ¿Cuántas veces nos empeñamos en cambiar a otras personas, querer cambiar lo que piensan de nosotros o pretender cambiar características físicas de nuestro cuerpo? Cito de nuevo a Epicteto:
De todas las cosas del mundo, unas dependen de nosotros y otras no. Dependen de nosotros los juicios y opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones y nuestras aversiones: es decir, todos nuestros actos.
Aquello que no depende de nosotros son: el cuerpo, los bienes materiales, la fama, las dignidades y honores; es decir, todas aquellas cosas que no entran en el ámbito de nuestros propios actos. (Máximas)
Tomar conciencia de nuestras limitaciones es el camino para poder descubrir todo nuestro potencial.
El consultante
El AF está dirigido a todas aquellas personas que están decididas a vivir su vida de la forma más auténtica posible y quieren indagar en su visión del mundo. Podemos pasar por la vida respondiendo sólo a lo que el mundo y los demás esperan de nosotros, o bien como esclavos de nuestros impulsos, pensamientos y deseos o bien podemos vivir la vida de forma plena y libre, siendo honestos con nosotros mismos y actuando en coherencia con lo que nos dice el corazón, la voz sabia en nuestro interior que sabe perfectamente lo que nos aporta dicha y serenidad.
La filosofía tiene la capacidad de llevarnos a lo más profundo de nosotros, ahora bien hay un requisito indispensable: un genuino deseo por la verdad. Sólo si estamos dispuestos a ser honestos y asumir nuestras verdades, mirar a la cara nuestras limitaciones y nuestras potencialidades, podemos acceder a una paz que no esté basada en algo falso y pasajero.
La luz se recibe deseando la verdad sin pensar y sin intentar adivinar de antemano su contenido. Este es todo el mecanismo de la atención. (SIMONE WEIL)
El estado de realización del Ser no es llegar a una meta distante o adquirir algo nuevo, sino meramente ser lo que uno siempre es y lo que uno siempre ha sido. Lo único que se requiere es percibir lo falso como falso. (RAMANA MAHARSHI)
Ambas citas han sido tomadas de MÓNICA CAVALLÉ, El arte de ser. Filosofía sapiencial para el autoconocimiento y la transformación, Kairós, 2017.
El filósofo asesor y el arte de dialogar
En este proceso de toma de conciencia, el diálogo y los cuestionamientos resultan fundamentales, ya que abren la puerta a una comprensión más amplia. Cuando preguntamos apuntamos a un nuevo horizonte de comprensión y la filosofía es un arte de autoindagación. No vale cualquier pregunta, las preguntas adecuadas son aquellas que poco a poco nos llevan a la raíz de la cuestión, a lo fundamental y más profundo de nosotros mismos. Es aquí donde la figura del filósofo asesor, una persona formada en filosofía, te orienta y acompaña en un camino de autoconocimiento.
Cuando se pregunta a los hombres y se les pregunta bien, responden conforme a la verdad. (PLATÓN, Fedón, 73a)
Sócrates ponía mucho hincapié en la mayéutica. La mayéutica era una técnica de asistencia al parto pero que él aplicaba a la filosofía como el arte de sacar a luz el conocimiento profundo que hay en cada uno de nosotros. En otra obra Platón pone en boca de Sócrates las siguientes palabras, en referencia al arte mayéutica:
Mi arte de partear (mayéutica) tiene las mismas características que el de las parteras (…), pero examina las almas de los que dan a luz y no sus cuerpos. (…) Los que tienen trato conmigo, aunque parecen algunos muy ignorantes al principio, en cuanto avanza nuestra relación, todos hacen admirables progresos, si el dios se lo concede, como ellos mismos y cualquier otra persona puede ver. Y es evidente que no aprenden nunca nada de mí, pues son ellos mismos y por sí mismos los que descubren y engendran muchos bellos pensamientos.” (PLATÓN, Teeteto, 150 c-d)
El filósofo asesor es una persona con formación filosófica que ha recorrido un camino de autoconocimiento, examinando en sí mismo sus limitaciones y potenciales y vivenciado el poder transformador de la filosofía. Es desde su propio sabiduría que está capacitado para acompañar a otras personas.
¿Por qué la filosofía puede ser transformadora?
El punto de partida de esta forma de AFS es que todas las personas queremos lo mejor para nosotras mismas, queremos sentir que vivimos plenamente y que desarrollamos todo nuestro potencial:
Todo arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y libre elección parecen tender a algún bien; por esto se ha manifestado, con razón, que el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden. (ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea, 1094 a)
Todo lo que hacemos lo hacemos porque de un modo aspiramos a un bien. ¿Entonces por qué decimos que hacemos las cosas mal? Actuamos mal por error, porque creemos que con nuestra acción vamos a conseguir algún tipo de beneficio y no comprendemos que esa forma de actuar nos aleja de nuestro mayor bien. Por ejemplo, cuando quiero vengarme de alguien y emprendo una acción para “devolvérsela” es porque creo que llevar a cabo esa acción me hará sentir mejor, pero la realidad es que en el fondo de mi corazón esa acción que daña a otra persona no me va a dar paz ni felicidad.
La filosofía nos ayuda a descubrir lo que de verdad nos conduce hacia nuestro pleno desarrollo y distinguirlo de aquello que aunque a corto plazo nos puede producir un cierto placer nos aleja del bien y de la felicidad.
Decimos que la filosofía es transformadora porque cuando sabemos discernir entre lo que nos aleja de la felicidad y lo que nos acerca a ella podemos emprender las acciones en una u otra dirección. Mientras no nos damos cuenta, nada podemos hacer y seguimos entonces sufriendo y sintiéndonos víctimas del sufrimiento.
Ahora bien, la felicidad de la que hablamos no es sinónimo de estar siempre con una sonrisa de oreja a oreja.
Para que brille la luz que habita en nosotros hay que des-cubrir muchas capas, lo cual a menudo no está ausento de dolor y tristeza. Sin embargo, el dolor y la tristeza por el que atraviesa quien se dirige hacia su verdad más íntima están siempre arropados por la alegría de la autenticidad. La felicidad tiene que ver con la autenticidad, con el hecho de ser y vivir en coherencia con uno mismo, encaminado hacia el mayor bien.