La Vida prevalece sobre la muerte
Hace años leí en un libro sobre pensamiento japonés una frase que decía:
“La Vida prevalece sobre la muerte cuando comprendemos que muerte y vida sin una misma cosa”.
Esta expresión acude a mi mente a menudo y aunque cuando la pienso detenidamente no sé si alcanzo a comprender lo que significa, de forma intuitiva se me presenta como una certeza.
Este texto es una reflexión sobre la vida y la muerte.
La dualidad muerte-vida pertenece sólo al campo de las ideas. La Vida es algo mucho más basto que el “yo” con el que me identifico constantemente.
En realidad podemos decir que una semilla muere para dar lugar a un brote, sin embargo no vemos en la semilla muerte sino vida, una flor cede sus pétalos para convertirse en un fruto y no vemos en ello muerte, un árbol se pudre y alimenta la tierra con su madera y podemos ver en ello muerte o el ciclo de la vida, el árbol que regresa a la tierra para nacer de nuevo.
Sin embargo, cuando se trata de la vida humana la muerte aparece como un temible enemigo, aquello que hay que evitar.
Apego a la existencia
Los aforismos del yoga de Patañjali señalan que una de las aflicciones que necesitamos superar para liberarnos definitivamente del sufrimiento es el apego a la existencia. Se trata de lo que popularmente llamamos “instinto de vida” y para el yoga y otras filosofías como el advaita vedānta es un obstáculo a superar. Claro está que uno no se levanta un día, o tal vez sí (ja ja ja) y deja de temer a la muerte, el hecho de que esto pueda darse, en un día o mil vidas, requiere del darse cuenta de lo que realmente soy, porque lo que muere es el cuerpo, los pensamientos, el individuo, pero aquello que soy no nace ni muere.
Entre las enseñanzas que Kṛṣṇa da a Arjuna en la Bhagavadgītā, hay un momento en el que le dice:
“En el caso de la persona que mora en los objetos, crece el apego. Del apego surge el deseo y del deseo el enfado.
Del enfado nace la confusión, de la confusión la falta de memoria y de la falta de memoria la falta de entendimiento. A causa de la falta de entendimiento perece.”
(Bhagavadgītā, 2. 62-63)
La muerte no es un castigo
En la Katha Upaniṣad, otro texto de gran belleza y sabiduría, la propia muerte, ante la pregunta del joven Naciketas acerca de lo que ocurre tras la muerte, responde:
“El paso de esta vida a otra no se muestra a los necios, ni a los negligentes que son engañados por la ilusión de la riqueza. Aquel que piensa que este es el único mundo y no hay otro, cae bajo mi dominio.”
Kaṭha Upaniṣad, 2.6.
La muerte no es un castigo sino el error por el cual nos identificamos con lo que es pasajero y no reconocemos nuestra esencia última inmortal.
Aquello que es inmortal y eterno, nunca está sujeto a nacimiento ni muerte, sin embargo mientras creemos que somos el cuerpo, que somos lo que pensamos, que somos está identidad limitada y sufridora, y reducimos todo nuestro Ser a eso, inevitablemente estamos sujetos a la muerte y al miedo a morir.
El cuerpo sí que muere, igual que muere la semilla, muere la flor o muere el árbol y si nuestra identidad se limita a lo perecedero en nosotros y en el mundo entonces inevitablemente estamos sujetos a la muerte, sin nada más después de esta vida o a lo sumo nuevos nacimientos sujetos a la muerte.
En cambio, cuando uno reconoce en sí mismo y en todo la Conciencia que persiste más allá de la muerte, ya no se cae de nuevo en sus garras porque se comprende entonces que aquello que muere es sólo un nombre y una forma, una creencia, una idea, pero la la Vida nunca muere.
Es entonces cuando podemos decir que “La Vida prevalece sobre la muerte cuando comprendemos que muerte y vida son una misma cosa”.
Ya somos inmortales
Como solía decir un maestro, lo infinito no se alcanza por la suma de elementos finitos y tú no puedes alcanzar la infinitud o la inmortalidad a menos que ya seas infinito, a menos que ya seas inmortal.
El apego a la vida que se nos insta a soltar es el apego a la identificación con nuestro yo limitado y sólo se suelta a través de la comprensión. No es algo que podamos imponernos y el miedo es nuestro gran aliado cuando somos capaces de sentarnos junto a él, observarlo, escucharlo.
Yo no tengo ninguna respuesta a lo que ocurre tras la muerte, qué respuesta podría dar cuando la propia divinidad de la Muerte alerta de que ni si quiera los dioses conocen este secreto. Lo que sí que tengo son preguntas: ¿quién muere?, ¿qué es lo que muere?, ¿qué ocurre con mi cuerpo al morir?, ¿qué hay de común entre mí y la niña que fui?, ¿quién siente el miedo a desaparecer?, ¿en qué lugar del cuerpo siento, como una sensación, ese miedo?, ¿de qué tiene miedo “eso”?, preguntas que cuando me formulo con honestidad me llevan una y otra vez al mismo lugar… Silencio.