El deseo como impulso
Para los dioses, Dios o cualquiera que fuera el principio de vida, el deseo era un impulso creativo:
Al principio este mundo era sólo lo existente, uno sólo, sin segundo. Entonces pensó para sí mismo: “Devenga yo muchos. Propágueme a mí mismo”. Y emitió calor
(Chāndogya Upaniṣad VI.2.)
En algunas de las narraciones acerca del origen del mundo subyace un deseo. Se trata de un deseo que se materializa en el instante mismo de ser pensado. Lo que fuese que había al comienzo, cuando no había nada más, dispuso que quería propagarse y así lo hizo.
Cuando Vida y voluntad coinciden, el deseo no consiste en un proceso enfocado a alcanzar algo que no se tiene, sino que se formula como un hecho, pensarlo es hacerlo realidad, porque Aquello que lo piensa se sabe a sí mismo cómo única realidad y sabe que lo que genere es fruto de sí mismo, formas que toma su propio ser.
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